El corazón urbano de la plaza de España ordena las calles principales -Majadilla, Castillo, Pilar y Santa Ana-, entre las que se enredan quebrados dedalos; unas y otros deparan sorpresas como el altar callejero de las Angustias, el barroco Pilar con su fresca agua del Lobatejo, la escalonada calle Castillo o casas señoriales de labrados dinteles. Arriba, vigilando tanto prodigio, la Asunción y el castillo. Y en el entorno, un anillo de sierras.
Las inscripciones halladas permiten situar aquí el municipio romano de Ipolco-bulcula, lugar que siglos más tarde conquistaron los árabes, cambiando su nombre por el de Karkabul. A fines del siglo IX Ben Mastana se sublevó contra el emir Abd Allah, que pactó su libertad a cambio de la destrucción del castillo en el que se había hecho fuerte. Su situación fronteriza hizo cambiar de manos varias veces a Carcabuey, que Martín Fernández de Portocarrero conquistó definitivamente en 1341. A finales de esta centuria perteneció como señorío a Ruy Díaz, y sus descendientes la vendieron más tarde a la Casa de Aguilar, cuyos titulares, los Fernández de Córdoba, controlaron la vida local en la Edad Moderna.
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